martes, 4 de marzo de 2014

Momo

Título original: Momo oder Die seltsame Geschichte von den Zeit-Dieben und von dem Kind, das den Menschen die gestohlene Zeit zurückbrachte.
Autor: Michel Ende
Editorial: Alfaguara Juvenil
Fecha de publicación: 1973
ISBN: 9788420471525
Número de páginas: 288
Género: Fantasía

Sólo con escuchar consigue que los que están tristes se sientan mejor, los que están enfadados solucionen sus problemas o que a los que están aburridos se les ocurran cosas divertidas.


Momo vivía en un teatro abandonado. Acá Ende hace referencia al teatro como un lugar de encuentro. “Eran oyentes y mirones apasionados” nos dice el autor, y usa como detonador de la historia ese afán de curiosidad que tiene el ser humano, esa búsqueda de saber, que va desde el chisme hasta el conocimiento pasando por la fantasía tan necesaria para vivir. Tanto del ser creador como el de contemplar con fervor esa creación.

Momo es un personaje de escucha atenta, que se podría traducir como el encuentro con el propio yo y la búsqueda de interiorización que tiene el ser humano. Cuando los amigos de Momo se acercaban a ser escuchados, no buscaban consuelo ni consejo. Sólo llegaban a hablar, a hacerlo con la misma libertad como si estuvieran solos. Tal vez, porque en el mundo normal serían tachados de locos si comenzaran a pensar en voz alta. Y es eso exactamente lo que pasaba con ella los hacía pensar en voz alta y en esta exploración de sus propias ideas se conocían más y se comprendían.

Pero Momo no está sola en esta aventura. Uno de sus amigos es Girolamo (Gigi) el cuentista aquel que se dedica a crear. Y Michael utiliza este personaje para proporcionarnos bellísimos y breves cuentos de hadas dentro de la historia. Y por otro lado está su contraparte Beppo que cuando habla no lo hace para fascinar con fantasías a los que escuchan, sino todo lo contrario. Los incomoda y ellos lo ven como extraño, porque ve diferente las cosas, ve la verdad en ellas.

“Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón”
Lo que Ende nos propone es que hay algo más allá de la realidad, de lo material y de nuestras obligaciones cotidianas. Y son esas cosas las que realmente valen la pena. Ya se ve en La historia Interminable, del mismo autor, como hace un llamado a la fantasía. En esta obra en cambio el llamado es a ver el tiempo como vida. Pasamos la vida corriendo, cumpliendo y nos olvidamos de vivir. Son sólo los niños los que viven de verdad. Son ellos quienes se detienen a ver las formas de las nubes, el movimiento de la naturaleza y a conocer de verdad a las personas. Nos habla de nuestro yo más íntimo, de aquello que verdaderamente somos. 

‘Un desierto de monotonía’ dice el autor al referirse en lo que nos sumergimos. Y es eso, la monotonía del trabajo, los estudios y en muchos casos las rutinas familiares y de amistadas que realizamos solo para cumplir con la norma social se convierten en eso, un desierto. Y ¿dónde bebe la sedienta alma, en este nuevo mundo que se nos propone? La estamos dejando morir. Nos estamos dejando morir. Nuestro tiempo y nuestras obligaciones nos consumen de tal manera que vamos perdiendo la humanización de crear y de regocijarnos en la creación, nos estamos volviendo bestias.


Por otro lado la novela sugiere que no solo los adultos pueden caer en esta ceguera a la realidad del mundo, sino también los niños. Con juguetes cada vez más industrializados que hacen todo ellos solos y que eso de por sí ya resulta limitante en la utilización del articulo. Y de cómo buscamos la comodidad, toda ya hecho, ya resuelto. Y por otro lado también el obtener. Es la herencia que queda después del despunte de la era de la industrialización. Una industrialización también humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario